Pagamos por comer porquería, si, la comida rápido ha inundado de manera sorprendente el mundo moderno a tal grado que muchos de nosotros ingerimos estos tipos de alimentos varias veces a la semana.
Esto no es de extrañarse, ya que por mera evolución el ser humano tiende a gustar alimentos ricos en carbohidratos y grasas, característica que nos lleva a traer en cuenta en primitivo origen de la raza humana, cuando por condiciones ambientales y de supervivencia, se debía consumir este tipo de alimentos.
Por lo expuesto anteriormente, casi nadie se puede resistir a una hamburguesa, acompañada de sus papas francesas y refresco carbonatado, y si es combo agrandado mejor.
No es casualidad que las patologías endocrinas se vean a la alza. Hoy es casi imposible preguntarle a alguien que si tiene un familiar diabético o hipertenso, y que nos conteste que no.
La vida moderna nos ha hecho sedentarios y la ingesta calórica se mantiene o se multiplica con respecto a la necesaria para realizar nuestras actividades cotidianas.
Es más que trillado aconsejar que es bueno ejercitarnos y comer balanceadamente. Lo vemos como algo que conocemos pero que jamás practicamos; talvez solo lo almacenamos en el inconciente.
Podremos culpar al capitalismo por vendernos estos alimentos, por bombardearnos a diario con publicidad para que consumamos sus productos, pero al final los responsables de comprarlos somos nosotros.
Nosotros tenemos el libre albedrío de consumir su porquería.
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