Por José María Sifontes*
Viernes, 27 de Septiembre de 2013
Era ya entrada la noche y tal vez se durmió cuando conducía de regreso a su casa. El carro se precipitó en un barranco y el golpe fue frontal, con pocas posibilidades de sobrevivencia. Con todas las expectativas de una vida provechosa, Eduardo Josué murió casi instantáneamente. Es probable que los que llegaron al lugar del accidente hayan pensado que era otra muerte más de un joven trasnochado, que después de una noche de parranda manejaba de forma atolondrada e imprudente. Hay muchos casos de esa índole.
Pero no fue así. Era un estudiante de Medicina que simplemente volvía a su casa después de una reunión con compañeros. Estaba en el último año, en el Internado, en el que al intenso cansancio físico se agrega el cansancio mental, con montañas de información que asimilar. Seguramente pensaba descansar unas horas antes de volver al estudio. Así es la vida del estudiante de Medicina, y así también puede ser su muerte. Una vida completamente anormal, antinatural y fisiológicamente extrema. Velan cuando todos están durmiendo, trabajan a un ritmo que una persona común no soportaría, y los pocos espacios de tiempo que quedan, estudian. Se aprende a dormir por ratos. Todos los médicos somos por aprendizaje insomnes, lo traemos desde nuestra época de estudiantes.
La carrera es muy sacrificada pero los estudiantes están dispuestos al sacrificio. Tienen, casi sin excepción, ideales nobles y sienten que esa extenuante dedicación vale la pena. Muchas personas en algún momento critican a los médicos sin saber toda la historia y esfuerzo que hay detrás de cada gabacha blanca. La muerte de este joven es un símbolo de todo lo que significa estudiar Medicina.
Recibimos la noticia la mañana del sábado a las siete, justo antes de comenzar una clase. Mis alumnos, aunque de años inferiores, estaban por supuesto consternados. Obviamente no se sentían de humor para el laboratorio de ese día. Pero lo dimos. Lo dimos en honor a Josué, a su memoria, pues esta es otra faceta de la vida del médico: trabajar siempre, aunque no se tengan ánimos. El médico debe atender a sus pacientes aun cuando se sienta mal, tenga una pena o esté absolutamente cansado. Eso es también parte de lo que se aprende. Se trabaja con vidas humanas y el trabajo debe hacerse pronto y bien; no hay excusa.
Por la noche fueron los funerales. Los compañeros que no tenían turno en el hospital estaban allí. Con lágrimas decían adiós al amigo querido, a Rexx, como acostumbraban llamarle. La amistad entre los estudiantes de Medicina es algo muy sólido. Al entrar a la carrera se dice adiós a las costumbres de antes y a los amigos de antes. Los compañeros se vuelven amigos entrañables, con los que se comparte todo: comida, casa, libros, bromas, intimidades y angustias. Esto forma lazos que jamás se rompen.
Lo vimos en su ataúd, con su cara tranquila y risueña de siempre. Daba la impresión de que estaba satisfecho. De que aunque no pudo terminar su carrera médica, ya su labor en este mundo de ayudar a los demás estaba realizada.
Sus padres pusieron un estetoscopio alrededor de su cuello como símbolo de su anhelo. Ya no será estudiante, el título lo tiene ganado para la Eternidad. Para los que lo conocimos, su vida, y también su muerte que fue consecuencia de lo que quiso hacer, será siempre una inspiración.
*Médico psiquiatra.
Era ya entrada la noche y tal vez se durmió cuando conducía de regreso a su casa. El carro se precipitó en un barranco y el golpe fue frontal, con pocas posibilidades de sobrevivencia. Con todas las expectativas de una vida provechosa, Eduardo Josué murió casi instantáneamente. Es probable que los que llegaron al lugar del accidente hayan pensado que era otra muerte más de un joven trasnochado, que después de una noche de parranda manejaba de forma atolondrada e imprudente. Hay muchos casos de esa índole.
Pero no fue así. Era un estudiante de Medicina que simplemente volvía a su casa después de una reunión con compañeros. Estaba en el último año, en el Internado, en el que al intenso cansancio físico se agrega el cansancio mental, con montañas de información que asimilar. Seguramente pensaba descansar unas horas antes de volver al estudio. Así es la vida del estudiante de Medicina, y así también puede ser su muerte. Una vida completamente anormal, antinatural y fisiológicamente extrema. Velan cuando todos están durmiendo, trabajan a un ritmo que una persona común no soportaría, y los pocos espacios de tiempo que quedan, estudian. Se aprende a dormir por ratos. Todos los médicos somos por aprendizaje insomnes, lo traemos desde nuestra época de estudiantes.
La carrera es muy sacrificada pero los estudiantes están dispuestos al sacrificio. Tienen, casi sin excepción, ideales nobles y sienten que esa extenuante dedicación vale la pena. Muchas personas en algún momento critican a los médicos sin saber toda la historia y esfuerzo que hay detrás de cada gabacha blanca. La muerte de este joven es un símbolo de todo lo que significa estudiar Medicina.
Recibimos la noticia la mañana del sábado a las siete, justo antes de comenzar una clase. Mis alumnos, aunque de años inferiores, estaban por supuesto consternados. Obviamente no se sentían de humor para el laboratorio de ese día. Pero lo dimos. Lo dimos en honor a Josué, a su memoria, pues esta es otra faceta de la vida del médico: trabajar siempre, aunque no se tengan ánimos. El médico debe atender a sus pacientes aun cuando se sienta mal, tenga una pena o esté absolutamente cansado. Eso es también parte de lo que se aprende. Se trabaja con vidas humanas y el trabajo debe hacerse pronto y bien; no hay excusa.
Por la noche fueron los funerales. Los compañeros que no tenían turno en el hospital estaban allí. Con lágrimas decían adiós al amigo querido, a Rexx, como acostumbraban llamarle. La amistad entre los estudiantes de Medicina es algo muy sólido. Al entrar a la carrera se dice adiós a las costumbres de antes y a los amigos de antes. Los compañeros se vuelven amigos entrañables, con los que se comparte todo: comida, casa, libros, bromas, intimidades y angustias. Esto forma lazos que jamás se rompen.
Lo vimos en su ataúd, con su cara tranquila y risueña de siempre. Daba la impresión de que estaba satisfecho. De que aunque no pudo terminar su carrera médica, ya su labor en este mundo de ayudar a los demás estaba realizada.
Sus padres pusieron un estetoscopio alrededor de su cuello como símbolo de su anhelo. Ya no será estudiante, el título lo tiene ganado para la Eternidad. Para los que lo conocimos, su vida, y también su muerte que fue consecuencia de lo que quiso hacer, será siempre una inspiración.
*Médico psiquiatra.
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